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Un día con los guardianes del fuego

Los bomberos del Parque de Camargo muestran las instalaciones y el trabajo que no se ve de la profesión
Miembros del Parque de Bomberos de Camargo junto al camión de servicio | Ismael Acero

Los bomberos de Camargo combinan la calma de las largas horas de guardia con la tensión extrema de las intervenciones. «Los días en el parque son muy variados, o hay mucho trabajo por hacer o es un día muy tranquilo, nunca hay un punto intermedio», explica Álvaro, el más joven del equipo. En esta profesión, asegura que “es más importante la rapidez y agilidad que la potencia de los materiales”.

La comunicación es su herramienta más valiosa. «Es lo más importante a la hora de trabajar», afirma Javier, que lleva más de una década en la profesión. Muestra los cascos que utilizan: el F1, conectado a un sistema craneal y a un PTT tipo walkie talkie que garantiza nitidez incluso rodeados de ruido; y el F2, más ligero, usado en rescates de tráfico. Estos sistemas han demostrado ser vitales este verano, cuando los equipos se adentraron en montes gallegos y extremeños envueltos en humo para coordinar la extinción de incendios que arrasaron más de 20.000 hectáreas en pocos días.

36 kilos a la espalda

El equipo de cada bombero pesa 36 kilos: mochila con guantes, ropa de repuesto, gafas, barritas energéticas y el equipo de respiración autónoma, cuya bombona apenas dura 25 minutos en interiores. Tras dos horas de trabajo intenso, deben cambiar a máscaras con filtros genéricos. Ese esfuerzo físico se multiplica cuando las llamas avanzan con la virulencia de los actuales megaincendios.

El día a día también incluye tareas rutinarias: revisión de material, luces del camión y combustible. Una de las novedades es la implantación de WhatsApp en el vehículo para enviar ubicaciones directamente al GPS, algo útil en salidas a municipios poco conocidos. Una cámara graba cada salida para evitar denuncias en caso de pequeños roces en calles estrechas como la Av. de Bilbao.

Pero lo que más preocupa es la falta de personal. «Somos 18 en el parque, pero cada día trabajamos 3 o 4. Somos muy pocos», reconoce Álvaro. En Santander hay 14 o 15 bomberos por turno. La diferencia es notable, porque nunca deben entrar solos a un incendio: «Si uno se despista, el otro puede ayudarle. En Valencia pudieron rescatar a compañeros porque trabajaban en pareja». Esta carencia de efectivos es aún más preocupante si se observa el contexto nacional: en lo que va de verano de 2025, España ha vivido el peor año de incendios en tres décadas, con 382.000 hectáreas calcinadas, ocho megaincendios en menos de diez días, cuatro fallecidos y más de 33.000 evacuados, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el sistema europeo EFFIS.

Emergencias más comunes

Las intervenciones más frecuentes en Camargo suelen ser inundaciones, temporales que levantan chapas de naves industriales, accidentes de tráfico o plagas de avispas. Los incendios estructurales, paradójicamente, son de lo menos habitual. «Quizás la intervención más compleja haya sido un accidente de tráfico con una víctima atrapada. Tuvimos que abrir huecos poco a poco, con prisa porque la ambulancia necesitaba trasladarla de inmediato», recuerda Álvaro. Sin embargo, la realidad nacional es muy distinta: este año, incendios como el de Larouco (Ourense), con entre 20.000 y 43.000 hectáreas arrasadas, o el de Jarilla (Extremadura), con 15.500 hectáreas, han convertido el fuego en la emergencia más común para los parques de bomberos.

El parque de Camargo cuenta con un arsenal adaptado a diferentes emergencias. El camión MAN F13, especializado en incendios, lleva una bomba nodriza que puede lanzar chorros compactos o en abanico, aunque vacía el depósito en dos minutos si no está conectado a la red. El camión pequeño carga 3.000 litros y el grande 5.000, insuficientes para un incendio forestal de gran magnitud. Por eso, en los grandes fuegos de este verano, la coordinación con helicópteros, aviones y brigadas de refuerzo ha sido fundamental, incluso con apoyo internacional desde Portugal.

Camión de intervención del Parque de Bomberos de Camargo | Ismael Acero

Las instalaciones del parque reflejan su vida entre emergencias: en la planta baja hay almacenes, taller para reparaciones y un gimnasio con rocódromo y mancuernas; en la superior, salas de descanso, comedor y zona de televisión. A un lado, la sede de Protección Civil con vehículos para cabalgatas o eventos.

El Parque de Bomberos de Camargo por dentro | Ismael Acero
Practicar para salvar

En un simulacro, muestran su método: al sonar la alarma bajan por la barra, se equipan con pasamontañas ignífugo, casco F1 y máscara conectada a la bombona. Revisan comunicaciones y parten. Al llegar, conectan la manguera a la bomba del camión y, según la distancia al fuego, aumentan la presión con conectores. Una cámara térmica les permite ver entre el humo, localizar víctimas y compañeros, y detectar el foco del incendio.

En los fuegos recientes de Galicia y Extremadura, esa cámara ha sido clave para rescatar a personas atrapadas y guiar a los equipos en condiciones extremas.

La rutina de Álvaro, Juan y Javier en Camargo, con su disciplina diaria y preparación constante, refleja en pequeño lo que se libra en todo el país. Una batalla contra el fuego que este 2025 ya se ha convertido en la más dura en más de tres décadas.

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