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La migración campo-ciudad y su retorno soñado: «Hay voluntad por parte de los jóvenes para volver a los pueblos, pero falta apoyo e infraestructuras»

Inés García habla del éxodo juvenil de las zonas rurales a las ciudades en España y los desafíos a los que se enfrentan para su retorno
Inés García

En los últimos tiempos en España ha estado muy presente la emigración de jóvenes de las zonas rurales a las ciudades. Solo en la década de los años 60, más de tres millones de españoles emigraron del campo a la ciudad, según el INE. Este fenómeno, causado por la necesidad de buscar oportunidades tanto laborales como educativas, ha provocado cambios significativos, pero sobre todo, ha tenido un gran impacto en los pueblos. A pesar de que en la ciudad existen un amplio abanico de oportunidades, también obliga a los migrantes rurales a enfrentarse a numerosos retos.

Inés García, una joven de 25 años originaria de Arnedillo, un pequeño pueblo de menos de 500 habitantes, comparte su experiencia: “Tuve que irme del pueblo para estudiar, estuve unos seis años estudiando, entre la carrera y los másteres, y ahora me he quedado allí por las posibilidades laborales. El trabajo que hago —autónoma en el ámbito cultural— depende mucho del contexto urbano, y más concretamente de grandes ciudades como Madrid. Por desgracia, muchas cosas en este sector solo se mueven allí, así que sería bastante difícil, tal y como están las cosas, dedicarme a lo mismo en un sitio que no fuera una ciudad grande. De hecho, ni siquiera en una capital de provincia: es un trabajo muy dependiente de Madrid.»

Esta situación refleja una realidad que afecta a muchos jóvenes de zonas rurales, que a menudo se ven obligados a migrar a grandes ciudades para poder acceder a formación y empleo especializado. Inés reconoce que para regresar al pueblo, «tendría que cambiar muchas cosas y quizás reorientar mi vida laboral». Sin embargo, aunque mudarse a una gran ciudad como Madrid fue una decisión «emocionalmente difícil», también representó una gran oportunidad para “vivir en un lugar más grande y distinto”.

Retos de adaptación a la ciudad

Vivir en la ciudad ofrece muchas ventajas, pero también conlleva desafíos e inconvenientes. Uno de los problemas más destacados es el acceso a la vivienda, cada vez más complicado en lugares como Madrid. Inés lo explica de manera contundente: “La vivienda es un tema complicado tanto en las ciudades como en los pueblos, pero en Madrid los precios están inflados y hay muchísima demanda debido al turismo”. La situación es realmente difícil para aquellos que no disponen de apoyo familiar o financiero.

«En los pueblos casi no hay oferta de alquiler, lo que dificulta que los jóvenes puedan independizarse en sus lugares de origen»

En cuanto a los pueblos, Inés menciona que, «en los pueblos casi no hay oferta de alquiler, lo que dificulta que los jóvenes puedan independizarse en sus lugares de origen». Esto se convierte en un freno para aquellos que, como ella, desearían regresar, pero encuentran que la falta de vivienda accesible en el medio rural hace que el regreso se vuelva casi inviable.

Señala que «en muchos casos, las casas disponibles están en ruinas o son demasiado caras de reformar». Esta escasez de viviendas adecuadas es especialmente notable en zonas que no cuentan con una importante atracción turística, donde la inversión en infraestructuras y la rehabilitación de viviendas está mucho más limitada.

Otro gran impedimento es el tiempo que se pierde en los desplazamientos. Mientras que en el campo todo está más cerca y es más accesible, en la ciudad las distancias son mucho mayores. Inés reflexiona al respecto: “Me parece inconcebible pasar dos horas al día en el metro, como lo hace mucha gente en Madrid. Es algo en lo que no había reparado antes de marcharme de aquí: la enorme cantidad de tiempo que se pierde desplazándose. Es un aspecto que me resulta especialmente difícil de sobrellevar y que, lejos de tener algo de utópico, revela una realidad bastante dura. Existe, de hecho, una cierta disociación en la percepción del tiempo. Por poner un ejemplo: si alguien vive en Arnedillo y trabaja en el Logroño, se considera que invertir una hora de ida y otra de vuelta es excesivo. Sin embargo, en Madrid, recorrer esas mismas distancias a diario no se percibe como una pérdida de tiempo significativa».

El impacto de la emigración en las zonas rurales

Uno de los efectos más evidentes de la emigración juvenil es el envejecimiento de la población en las zonas rurales. La falta de jóvenes para mantener la economía local y las tradiciones provoca que los pueblos enfrenten muchas dificultades para sostener servicios básicos y estructuras económicas. La falta de oportunidades laborales en el medio rural es uno de los factores que contribuye a este proceso de despoblación.

Ante este fenómeno Inés reflexiona: «Creo que hay muchas personas con la voluntad de mudarse a los pueblos, pero para que eso ocurra es necesario un apoyo real. El problema de la vivienda y el transporte, entre otros, sigue siendo un obstáculo importante. Si no se invierte dinero en la construcción de infraestructuras adecuadas en estas zonas, aunque la gente tenga la intención de volver, será muy difícil. Es necesario ayudar a quienes desean establecerse allí y dejar de pensar que la solución a la despoblación pasa exclusivamente por el turismo. Este enfoque es, en mi opinión, un error, ya que no contribuye a fijar población estable en el territorio».

La posibilidad de retorno y la conexión con el territorio

A pesar de todos los obstáculos, muchos jóvenes sueñan con regresar al campo algún día. Inés, aunque vive actualmente en Madrid, no considera quedarse a vivir allí de manera permanente. “Me siento fuera de lugar en un sitio tan grande como Madrid. Espero volver al campo, porque es el modo de vida que me gusta», confiesa. Para muchos, volver a la vida rural implica reorientar sus vidas profesionales hacia trabajos que puedan desempeñar desde el campo, como el teletrabajo o proyectos culturales adaptados a las necesidades de los pueblos.

La tecnología, y en particular el acceso a internet de alta velocidad, facilita este proceso. Inés ve con optimismo la posibilidad de dedicarse a la docencia o a la gestión cultural de pueblos. “Gracias a internet, se puede realizar teletrabajo y desempeñar casi cualquier tipo de trabajo desde entornos rurales”, añade.

El reto de encontrar un equilibrio entre lo rural y lo urbano

El debate entre lo rural y lo urbano está lleno de matices y, como bien señala Inés, “la ciudad ofrece una amplia gama de actividades culturales y posibilidades laborales, pero también tiene un ritmo de vida frenético y deshumanizado”. Por otro lado, las zonas rurales ofrecen un modo de vida más tranquilo y una conexión más profunda con el entorno, pero los servicios y oportunidades son limitados. “Es importante que las personas conozcan ambas realidades antes de tomar decisiones. Ni la ciudad es un paraíso de oportunidades ni el campo es un idílico refugio de paz”, recalca Inés.

Políticas públicas necesarias para el desarrollo rural

Para abordar los problemas derivados de la migración del campo a la ciudad, es fundamental aplicar políticas públicas que favorezcan el desarrollo de las zonas rurales. Aumentar la oferta educativa, sanitaria y cultural, junto con mejorar el acceso a internet y promover innovaciones tecnológicas, son algunas de las medidas que podrían cambiar la situación. Además, la rehabilitación de viviendas y la creación de incentivos para que los jóvenes se queden en sus pueblos son aspectos clave en este proceso.

Con políticas bien diseñadas, que consideren las necesidades particulares de cada territorio, es posible encontrar un equilibrio entre lo rural y lo urbano. Para Inés, «es esencial que ambos mundos se entiendan y complementen. Solo así podrán ofrecer opciones reales para los jóvenes y asegurar un futuro sostenible para la España rural».

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