El mercado laboral español cerró el año 2024 con una tasa de paro del 10,6%, el mejor dato de los últimos 16 años. Pese a ello, las cifras del Informe Olivenza 2024 y de la Fundación Adecco revelan que esta mejora no está llegando a las personas con discapacidad: un 19,8% de ellas nunca ha trabajado y la mitad de quienes están desempleadas lleva más de dos años sin encontrar una oportunidad.
El mismo informe explica que, a día de hoy, solo el 35,5 % de las personas con discapacidad en edad laboral están activas, frente al 78,5 % del conjunto de la población. Esta brecha se mantiene tanto en hombres como en mujeres, con tasas de actividad apenas por encima del 35% en ambos casos. En cuanto al desempleo, la diferencia es también acusada: el paro alcanza al 19,7% de las personas con discapacidad, muy por encima de ese 10,6% general.
Aunque la cifra global de actividad es baja, la situación resulta aún más preocupante si se observa el historial laboral: el 20 % de las personas con discapacidad declaran no haber tenido nunca la oportunidad de empezar. La desigualdad es especialmente marcada entre mujeres, ya que más de una de cada cuatro (27,3%) jamás ha trabajado, una proporción que triplica la de los hombres, entre los que solo un 8,6 % nunca ha accedido al empleo. Aunque las generaciones más jóvenes muestran cierta mejora, la brecha entre sexos persiste, sobre todo en los tramos de edad más elevados.
Desempleo de larga duración y barreras invisibles
La mitad de las personas con discapacidad en paro llevan más de dos años buscando trabajo. Se trata de un desempleo de larga duración que afecta al 64% del total del colectivo desempleado, con una especial incidencia en mujeres mayores de 45 años. Mientras tanto, los jóvenes con discapacidad tardan una media de 24,5 meses en encontrar su primer empleo. El 86 % afirma que ve muy difícil acceder al mercado laboral y más de la mitad asegura haber sufrido discriminación en los procesos de selección, especialmente en la fase previa de cribado curricular.
Cuando consiguen trabajar, las personas con discapacidad se encuentran con unas condiciones laborales que distan de ser equitativas. El salario medio anual de una persona con discapacidad es de 22.040 euros, casi un 19 % inferior al del conjunto de la población. En el caso de los hombres, la brecha salarial supera los 6.600 euros. También hay diferencias en los hogares: solo el 36,3 % de las familias donde vive alguna persona con discapacidad tienen ingresos regulares por trabajo, frente al 70 % en los hogares sin personas con discapacidad. La dependencia de pensiones y prestaciones es generalizada.
El autoempleo, por su parte, representa una vía marginal. Aunque puede ser una opción para algunas personas con discapacidad física o con trayectorias laborales estables, sigue enfrentando múltiples obstáculos: desde la falta de formación inicial o de apoyos adaptados hasta el miedo a perder prestaciones. Los casos de éxito son escasos y suelen corresponder a hombres entre 45 y 65 años, autónomos sin asalariados, con estudios secundarios y experiencia previa.
Trabajador del sector público | 31,3 | 40,5 | 71,8 | 17,2 | 20,4 | 18,9 |
Empleado en un centro especial de empleo | 10,2 | 9,1 | 19,4 | 5,6 | 4,6 | 5,1 |
Empleado en una entidad sin ánimo de lucro | 6,2 | 6,2 | 12,4 | 3,4 | 3,1 | 3,3 |
Trabajador por cuenta ajena (sector privado) | 95,8 | 98,6 | 194,4 | 52,6 | 49,7 | 51,1 |
Trabajador por cuenta propia sin asalariados | 16,6 | 15,1 | 31,8 | 9,1 | 7,6 | 8,3 |
Ayuda familiar | 0,6 | 2,8 | 3,4 | 0,3 | 1,4 | 0,9 |
Miembro de cooperativa o similar | 0,5 | 1,4 | 1,9 | 0,3 | 0,7 | 0,5 |
Empresario (o trabajador por cuenta propia) con asalariados | 4,1 | 3,6 | 7,7 | 2,3 | 1,8 | 2,0 |
Otra modalidad de empleo | 13,3 | 17,5 | 30,7 | 7,3 | 8,8 | 8,1 |
NC | 3,4 | 3,5 | 6,9 | 1,8 | 1,8 | 1,8 |
Total | 182,1 | 198,3 | 380,4 | 100,0 | 100,0 | 100,0 |
El Informe también recoge situaciones especialmente críticas, como la de las personas con sordoceguera —de las que solo el 2,2 % trabaja— o el impacto del envejecimiento en la población con discapacidad intelectual, que ve mermada su empleabilidad a partir de los 45 años. Incluso en los centros especiales de empleo, el deterioro vinculado a la edad se está convirtiendo en un reto creciente, destaca el propio estudio.
El documento concluye valorando que el empleo continúa siendo uno de los principales ámbitos de exclusión para las personas con discapacidad. Pese a los pequeños avances, como el aumento de contrataciones entre jóvenes o la reducción del desempleo de larga duración, el diagnóstico sigue apuntando a un problema estructural. La tasa de actividad del colectivo apenas ha crecido 2,1 puntos en la última década.
Cerrar esta brecha exige algo más que incentivos puntuales o campañas de concienciación. Requiere cambios profundos en el mercado laboral, una inversión decidida en accesibilidad y apoyos, y una revisión de los sistemas de protección social para garantizar que la inclusión laboral no suponga una penalización.