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Ciencia en clave femenina desde Cantabria: “En el IBBTEC, las jóvenes investigadoras son mayoría, pero pocas llegan arriba”

El centro de investigación biomédica de Cantabria atrae talento joven, especialmente femenino, de toda España, pero las barreras estructurales siguen limitando su acceso a los puestos de liderazgo.
Berta Casar, una de las mujeres que trabaja en el IBBTEC | Foto: IBBTEC

En los laboratorios del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (IBBTEC), ubicado a las afueras de Santander, la mayoría de las voces que se oyen son femeninas. Jóvenes que investigan en biomedicina y biotecnología, muchas de ellas venidas de fuera, han encontrado en este centro un lugar para desarrollar su carrera científica. Sin embargo, su presencia se diluye en las esferas de mayor responsabilidad. El fenómeno no es nuevo, pero sí especialmente visible en Cantabria, una región que ha comenzado recientemente a consolidar su oferta formativa en este ámbito.

Piero Crespo, director del IBBTEC desde hace más de una década, no tiene dudas al respecto: “En los primeros estadios de la carrera investigadora, tanto en doctorado como en postdoctorado, las mujeres son una mayoría abrumadora. Yo diría que el 80 % del personal investigador joven son mujeres”. No se trata de una excepción aislada, sino de una constante que atraviesa las líneas de investigación del centro: cáncer, enfermedades cardiovasculares, inmunología o biotecnología aplicada. Todas cuentan con una mayoría femenina en las primeras etapas. “La diferencia empieza a notarse a partir de los niveles más altos. Cuando miras los cargos de responsabilidad, el porcentaje de mujeres baja al 30 %”.

El IBBTEC es un centro mixto del CSIC, la Universidad de Cantabria y el Gobierno regional, concebido para atraer talento e impulsar la transferencia tecnológica. Aunque su visibilidad mediática ha sido escasa, su impacto científico es notorio: tres becas del Consejo Europeo de Investigación, publicaciones punteras y un sello de calidad dentro del CSIC. Pero más allá de los indicadores, lo que llama la atención es su capacidad para atraer investigadoras jóvenes de otros territorios. “Aquí tenemos gente de Grecia, Sudamérica, Japón… Muchas de ellas han elegido este centro porque combina ciencia excelente con calidad de vida. Santander ofrece tranquilidad, buen entorno, y eso se valora mucho en una etapa tan exigente como una tesis doctoral”, señala Crespo.

En paralelo a la consolidación del IBBTEC, Cantabria ha empezado a formar su propia cantera. La puesta en marcha del Grado en Ciencias Biomédicas por parte de la Universidad de Cantabria ha supuesto un avance importante: la primera promoción se graduó en 2024 y este año lo hace la segunda. Hasta entonces, el territorio no ofrecía opciones de formación específica en este campo, lo que reducía el número de investigadores locales en estos laboratorios. “Ahora empieza a haber más estudiantes cántabros interesados, pero la mayoría siguen viniendo de fuera. Y muchas de ellas, insisto, son mujeres”, apunta el director.

“En el momento en que hay que elegir entre estabilidad y seguir peleando, muchas lo dejan”
— Piero Crespo

La pregunta de fondo es por qué, siendo mayoría en las bases, las mujeres siguen sin llegar en igual proporción a los puestos de liderazgo. Crespo evita explicaciones cerradas, pero reconoce que hay inercias difíciles de romper. “Yo no creo haber visto una discriminación directa, pero los datos están ahí. El problema no es que no valgan, sino que hay obstáculos estructurales que dificultan ese salto”. Desde su posición, afirma que los criterios de selección en el centro son estrictamente académicos, pero admite que los cuidados, la precariedad y la presión del sistema científico pueden tener un efecto disuasorio más fuerte sobre las mujeres.

Más allá de los números, Crespo apunta a razones estructurales que explican la desigualdad persistente. Una de ellas es la conciliación: “En el momento en que hay que elegir entre estabilidad y seguir peleando, muchas lo dejan”. La carrera científica exige movilidad, disponibilidad total y una larga etapa de incertidumbre. Para quienes desean formar una familia, el coste personal puede ser demasiado alto. “Si una persona quiere tener hijos, estabilizarse y dejar de estar encadenada a contratos temporales, es más fácil que se replantee continuar. Y eso le ocurre más a ellas que a ellos”.

Crespo no es partidario de imponer cuotas, pero reconoce que los datos exigen reflexión: “Yo no soy partidario de imponer cuotas, pero no soy ciego. Hay un patrón que se repite y que no es casual”. Según explica, las mujeres acceden al sistema, investigan, publican, pero en algún momento dejan de presentarse a las plazas de mayor nivel o se ven superadas por dinámicas que favorecen otras trayectorias. “No creo que haya que dar una plaza por el hecho de ser mujer, pero sí revisar si el sistema actual está realmente valorando el mérito sin sesgos”.

“No basta con que haya mujeres trabajando en ciencia. También tienen que estar en puestos donde se las vea tomando decisiones”
— Piero Crespo

Otro factor clave, según Crespo, es la falta de referentes. “Faltan ejemplos visibles de mujeres al mando en los centros de investigación”, señala. El liderazgo sigue estando, en su mayoría, en manos de hombres, y eso influye en las aspiraciones y en el imaginario de quienes empiezan. “No basta con que haya mujeres trabajando en ciencia. También tienen que estar en puestos donde se las vea tomando decisiones”.

Mientras tanto, en los pasillos del IBBTEC, los proyectos avanzan en manos de una mayoría joven, femenina y muchas veces extranjera. Mujeres que investigan sin focos, pero que sostienen buena parte de la ciencia que se produce en Cantabria. Lo hacen sorteando incertidumbres, contratos temporales, barreras invisibles y un sistema que no siempre las acompaña hasta el final del trayecto. Crespo lo resume con sencillez: “Yo no sé si hay que hacer grandes campañas. Lo que hay que hacer es reconocer lo que ya está pasando. Y lo que está pasando es que la ciencia cántabra, hoy por hoy, tiene rostro de mujer”.

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Berta Casar, una de las mujeres que trabaja en el IBBTEC | Foto: IBBTEC